sábado, 7 de agosto de 2010

El «punto Dios» en el cerebro


Un frente avanzado de las ciencias está constituido hoy por el estudio del cerebro y de sus múltiples inteligencias. Se ha llegado a resultados significativos, también para la religión y la espiritualidad. Se destacan tres tipos de inteligencia. La primera es la inteligencia intelectual, el famoso CI (cociente de inteligencia), al que se dio tanta importancia durante todo el siglo XX. Es la inteligencia analítica, por la que elaboramos conceptos y hacemos ciencia. Con ella organizamos el mundo y solucionamos problemas objetivos.

La segunda es la inteligencia emocional, popularizada por el psicólogo y neuro-científico de Harvard, David Goleman, con su libro La inteligencia emocional (CE = cociente emocional). Él ha mostrado empíricamente lo que ya era una convicción de toda la tradición de pensadores, desde Platón, pasando por San Agustín, hasta culminar en Freud: la estructura de base del ser humano no es razón (logos) sino emoción (pathos). Somos, primariamente, seres de pasión, de empatía, de compasión, y sólo después, seres de razón. Cuando combinamos CI con CE conseguimos movilizarnos a nosotros mismos y a los demás.

La tercera es la inteligencia espiritual. La prueba empírica de su existencia deriva de investigaciones muy recientes, de los últimos diez años, realizadas por neurólogos, neuropsicólogos, neurolingüistas y técnicos en magneto-encefalografía (que estudian los campos magnéticos y eléctricos del cerebro). Según estos científicos, hay en nosotros otro tipo de inteligencia, científicamente verificable, por la cual no captamos datos, ideas o emociones, sino que percibimos los contextos mayores de nuestra vida, totalidades significativas, y que nos hace sentir nuestra vinculación al Todo. Nos hace sensibles a los valores, a cuestiones relacionadas con Dios, y a la transcendencia. Es la llamada inteligencia espiritual (CEs = cociente espiritual), porque es propio de la espiritualidad captar totalidades y orientarse por visiones transcendentales.

Su base empírica reside en la biología de las neuronas. Se ha comprobado científicamente que la experiencia unificadora se origina en las oscilaciones neurales a 40 herzios, especialmente localizada en los lóbulos temporales. Se desencadena entonces una experiencia de exaltación y de intensa alegría como si estuviésemos ante una Presencia viva. Siempre que se abordan temas religiosos, como Dios, o valores que conciernen al sentido profundo de las cosas, no de una manera superficial sino con un involucramiento sincero ante ellos, se produce la misma excitación de 40 herzios.

Por esta razón, neurobiólogos como Persinger, Ramachandran y la física cuántica Danah Zohar han llamado a esa región de los lóbulos temporales como el «punto Dios».

Si esto es así, podemos decir en términos de proceso evolutivo: el universo ha evolucionado, durante miles de millones de años, hasta producir en el cerebro el instrumento que capacita al ser humano para percibir la Presencia de Dios, que siempre estaba allí, aunque de un modo no perceptible conscientemente. La existencia de este «punto Dios» representa una ventaja evolutiva de nuestra especie homo. Es una referencia de sentido para nuestra vida. La espiritualidad pertenece a lo humano y no es monopolio de las religiones. Antes bien, las religiones son una de las expresiones de ese «punto Dios».

Cuando deseamos recibir pensamientos ilimitados desde el Señor-Dios de nuestro ser, ese pensamiento de culminación sentido desde nuestra alma se manifiesta en nuestro cuerpo para activar la glándula pituitaria y ésta comienza a abrirse. Al abrirse, el flujo mayor de hormonas pasa a través de la pineal y al hacerlo, despierta a la mente durmiente - abre otra parte de nuestro cerebro para permitir que frecuencias mayores y mas refinadas de pensamiento sean experimentadas por todo nuestro cuerpo.

Cuando mis pensamientos son de una frecuencia mas alta, éstos son recibidos a través de una porción de la parte despierta de nuestro cerebro, recibe la frecuencia más alta y comienza a hincharse, lo cual puede producir dolor de cabeza; podemos sentirnos un poco mareados o como flotando. Esta frecuencia se transforma entonces en una corriente eléctrica de alto poder y es disparada a cada célula de nuestro cuerpo a través de nuestro sistema nervioso. A causa de esto sentimos una ráfaga o sensación de hormigueo o estremecimiento y nos sentiremos como si estuviéramos elevándonos, porque ahora corre por nuestro cuerpo energía mucho mayor de la que habíamos sentido antes. Esta frecuencia enciende cada célula aumentando su frecuencia vibratoria. Cuando más pensamientos elevados recibamos, más vibrará nuestro cuerpo y empezaremos a sentir cierta luminosidad, porque hemos empezado a invertir el cuerpo de la densidad hacia la luz.

Muy pronto, cuando la brillantez, la creatividad y el conocimiento se intensifiquen dentro de nosotros, empezaremos a conocer y sentir cosas que no habíamos conocido o sentido antes. Seremos capaces de mirar otra entidad y sentirla dentro de nuestro ser. A través de nuestros pensamientos podremos conocer nuestros días por venir. Seremos videntes y permitiéndonos conocer, conoceremos todas las cosas, pues el conocimiento si no esta cohibido por las ilusiones de la conciencia social, aparta el velo de nuestros ojos permitiéndonos ver otras dimensiones. Aparta los tapones de nuestros oídos para que podamos oír la música de toda la vida vibrando en armonía consigo misma. La pituitaria es la puerta que conduce a Dios y para que ella esté en pleno florecimiento y la totalidad en nuestro ser activado. Permite AMIGO DE EXISTENCIA que entren a ti pensamientos ilimitados que serán guardados en tu cuerpo espiritual y ya tu mente no podrá volver a un estado limitado. Una vez que la flor empiece a abrirse, nunca se cerrará otra vez; permanecerá abierta para siempre. Hasta que un día cuando ya has amado y abrazado la totalidad de la vida y el alma ha satisfecho todas las experiencias aquí, ese mismo conocimiento y esa misma vibración aumentarán un millón de veces y volviendo al cuerpo invisible se lo llevará lejos de este lugar. Es entonces cuando trascenderemos el ciclo de vida tras vida.

VICTORIA LUCIA ARISTIZABAL - BOGOTA COLOMBIA